Thursday, May 31, 2007

QUIEBRA

Me había comprometido a hablar de mi servicio social pero me estoy dando cuenta que no estoy listo. Solo les platicaré que me harté de la papelería, del aislamiento, de la pobreza (sobretodo la mía), de la manipulación y presiones de la secretaría de salud, que me puse borracho con los borrachos del pueblo y canté a todo pulmón en la plazita, que probablemente sabían que fumaba mariguana, que mi novia me dijo que me regresara, que dejé de tener consulta después de que los primeros días estaba lleno el centro de salud, que ya no querían cooperar para que yo comiera con el argumento de que iban otros, amigos que me fueron a visitar a Magdalena, a comer con la hermana de la presidenta. Acabé llendo a comer cada día a un lugar distinto. Me cansé de que dijeran que era un practicante porque no me enriquecía como la persona que los atendía antes que yo y que no tenía ningún empacho en repatir antibióticos a granel, cobrar la jeringas, los sueros, lo que su pudiera, además de pasarle los medicamentos que no tuvieran cajita del sector salud a su comadre para que los vendiera. Me cansé de recetar de acuerdo a lo que iba a caducar y había mucho en mi farmacia. Me cansé de no poder cambiar un sistema donde tienes que tapar el sol con un dedo, sabiendo que esa pobre gente no tiene la culpa. Aunque al final el desquite fue con ellos, les pagué lo que les debía con el primer dinero que recibí de la secretaría y los dejé con su flamante centro de salud vacío.

Era diciembre, un día antes del día de Sta. Concepción, mejor conocida por esos rumbos como la virgen de Juquila. Duré 4 meses y me fui, llegué a Sta. Cruz Huatulco a flotar en el mar, luego estuve unos días con mi amigo de Tehuantepec reflexionando acerca de mi vida.
Cuando regresé al DF no tenía nada, ni novia, ni amigos, ni carrera. Fue una de las peores épocas de mi vida. Dos mese después encontré el lugar donde quería hacer el servicio social y seis meses después lo recomencé. Fue la mejor experiencia de mi vida. Una investigación entre cafetales, esta vez la Sierra Norte de Puebla, en donde tenía mucha oportunidad de jalarle las orejas a otra jurisdicción.

Tiempo después en una de esas legendarias pláticas de médicos acerca de su servicio social, todos estaban de acuerdo en que llegaron con la intención de cambiar al pueblo y que el pueblo los terminó cambiando a ellos. Yo no me fui por cuestiones ideológicas, aunque como dije el sistema influyó. Acepto que hice burradas, pero estoy orgulloso de que a mi no me cambió el pueblo y mucho menos la secretaría de salud, a la que aún estimo, pero no por las cosas que hace en los pueblitos.

Le pedí a Sta. María Magdalena que me llevara por un buen camino y prometí regresar. Me ha llevado por un camino excelente. Tampoco he cumplido esa promesa, pero en eso no pienso declararme en quiebra. Regresaré a Magdalena a ver que tal han crecido mis niños, alguno tendrá sus milpas, aunque la mayoría será albañil en Huatulco.