Unos de mis pocos lectores constantes me ha pedido que cuente cosas de mi lugar de residencia actual, Sheffield Inglaterra. No puedo defraudarlo ya que me complace mucho su retroalimentación, sin embargo aún no tengo una historia estructurada, así que le ofrezco (así como a mis demás lectores) un suceso antiguo en lo que se fraguan los nuevos.
El poder es etéreo, un halo que rodea a la persona y genera movimiento de conciencias en la dirección deseada. No se de donde proviene, pero al igual que muchas personas lo adquiero y lo pierdo de forma bastante predecible. Depende del contexto. En la ciudad, el nivel de poder de la persona -creo que se llama estatus, no me gusta como suena la palabra pero creo que así se llama eso- muchas veces intenta disimularse. Se trata de dar la impresión de igualdad entre la gente, estableciendo el comportamiento de acuerdo a la labor que se realiza en ese momento. No se me mal interprete, yo creo en la igualdad de derechos de las personas, pero digo que se finge la igualdad porque en nuestra sociedad aún no se alcanza y como es un ideal se finge que existe. En muchos lugares más pequeños el estatus se acepta, pareciera que facilita la convivencia, tal vez haciendo todo más protocolario o hasta ritual. Probablemente más práctico y apegado a la realidad que la ciudad, con la gran desventaja de ser muy limitante, casi determinista. El aplanamiento citadino del estatus hace que para que uno emita un halo perceptible de poder en verdad tiene que estar en una situación muy ventajosa. En los lugares más pequeños, una pequeña ventaja es suficiente para que el estatus se exagere.
Cuando estudiaba medicina en la ciudad era un ente reconocible, pero muy abstracto a la vez. Obviamente eso es lo que creo que la gente veía en mi, nunca detuve a un desconocido para preguntarle que pensaba de mi. De lo reconocible estoy bastante seguro. Usaba camisa blanca, corbata (hasta aquí todo más o menos común), bata o filipina (un poco menos común), pantalón blanco (a quien se le ocurre) y zapatos blancos (el colmo). Pero como dice Octavio Paz del traje del pachuco, "su disfraz lo protege y al mismo tiempo lo destaca y aísla: lo oculta y lo exhibe." Por eso supongo que era un ente abstracto, un estudiante de medicina como los demás estudiantes de medicina, era difícil distinguirme de otro. En la escala médica era el primer peldaño, como tenía todo un futuro por delante y la ilusión de un nuevo comienzo, eso no importaba; importaba estar en la escala. Habría que agregar que la ciudad da un anonimato que puede ser reconfortante o aterrador, si quieres pasar desapercibido o ser reconocido respectivamente.
En unas vacaciones me invitaron a pasar unos días en Tehuantepec, Oaxaca. La mamá de un amigo y su esposo tienen una prepa allá. Era la semana de actividades culturales y tocaba el turno al concurso de canto. Estábamos en la casa de la cultura de Tehuantepec, un antiguo monasterio convertido en espacio público. Por ser un estudiante de medicina de la ciudad, güero además y consentido del director de la escuela me pusieron en el jurado. Todos salíamos ganando, tenía el aire de ser lo suficientemente importante como para ser jurado de un concurso de canto a pesar de no tener ninguna formación musical, y los organizadores llenaban una silla que estaba vacía. Dentro del jurado estaba un canta-autor de trova, que tenía un par de discos, sin que fuera realmente conocido, la directora de la escuela y una o dos personas más que no recuerdo.
Había una leve expectación por una figura, Astro Rey. No se crea que era su nombre artístico, su nombre es artístico sin necesidad de distorsionarlo. Alcancé a escuchar que cantaba en un bar o algo así. Había dos categorías, solista y grupos. Nos pasaron las hojas donde pondríamos nuestras calificaciones, se calificaban aspectos técnicos e interpretativos, así como una calificación global. Vi a Astro con un grupo, un muchacho con cara y torax redondos como la luna, con marcha levemente basculante. Interpretaron a los Héroes del Silencio, siento que faltó un poco de fuerza, aunque la voz era tecnicamente impecable.
Con los solistas se presentó una de las chicas bonitas, creo que no tan popular de la escuela. Se aventó una de Shakira (solo se conocía el primer disco y Shakira aún no dependía tanto de sus caderas), una interpretación discreta, aunque se veía que le llegaba la canción y más o menos lo transmitía al público. Astro apareció en todo su esplendor. Esta vez de charro, a cantar "yo quiero ser" en la única versión que conozco, la de Vicente Fernández. Impecable, una voz profunda, cuadrada y un sentimiento...hay que oir a Astro Rey para conocer ese sentimiento. Era obvio que había ganado, se llevaba a todos de calle.
La deliberación del jurado consistía en entregar nuestras papeletas y hacer la suma de los puntos. Astro Rey quedaba en segundo lugar, ganaba la chica. ¿Como? Se volvió a hacer la suma y efectivamente tenía más puntos la chica. Uno de los jueces, el canta-autor, le había dado a Astro una calificación pésima. La directora de la escuela, presidenta del jurado, dijo que algo estaba mal. A mi se me ocurrió abrir la boca y decir que si así habían resultado las puntuaciones, así debía de ser. El crimen se consumó con la premiación.
Después me enteré que Astro era huérfano, pésimo en la escuela, además de muy gordo, cantar era su vida. También me llegó el rumor de que el canta-autor le había puesto esa calificación por que había querido ser muy protagónico, había aparecido con un grupo y como solista. Me pareció una bazofia. Por algún motivo que no recuerdo conocí a la chica que ganó y la empecé a cortejar. Sentía la sospecha acechándome. Curiosamente mi halo no se redujo, siento que al contrario, el ser visto como figura siniestra me abría aún más puertas en esa sociedad. Tenía una mente perversa y no convenía ser mi enemigo.
La conclusión obvia sería que no hay que aceptar cargos no merecidos. En realidad, creo que si uno tiene un cargo que no se merece, lo mejor que puede hacerse es actuar con prudencia y cambiar para volverse meritorio al cargo. La mejor conclusión que saco es que no hay que temerle a las figuras perversas, eso solo les da más poder. Hay que enfrentarlas, espero poder hacerlo.
Saturday, October 14, 2006
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