Friday, March 17, 2006

SUDOR FRÍO

Hubo un tiempo en el que el corazón mandaba. Cruzar una mirada con ella bastaba para llenarme de ideas y surcar nubes de emoción. Yo quería más; hablar, bromear con ella, tal vez un día invitarla a salir, pero la simple mirada era suficiente para no poder concentrarme en otra cosa. Ella no buscaba los reflectores, sin embargo era considerada de las bonitas de la escuela. La conocí porque me tocó en su salón, y eso que ya llevaba un año en la prepa. Al principio creí que era un sueño imposible, pero después de una salida a la naturaleza organizada por un profesor, en la que me atreví a hablarle un poco, pensé que tal vez con suficiente insistencia podría lograr que fuera mi novia. Todavía un par de semanas después nos seguíamos llevando bien, pero la emoción me ganó. Cada vez se me hacía más bella, simpática y sobretodo delicada, una gota de rocío sobre un pétalo, hasta que ya no le podía hablar. Cantaba, oírla cantar era el mayor placer y a la vez la mayor tortura, pues yo pensaba que esa cualidad la hacía inalcanzable. Además la cortejaba alguien de buena familia, más rico y más güero que yo. Aún así yo seguía mirándola.
Yo estaba empezando a tener conocidos fuera de la escuela, era gente muy diferente a la que conocía adentro. No tenían vida familiar y tomaban. Uno de ellos, el que ni estudiaba ni trabajaba, estaba mucho tiempo conmigo. El, como muchos otros, sabía de mi enamoramiento. Incluso me animaba diciéndome que efectivamente se veía muy guapa y que tenía mucho porte, esto último probablemente con otras palabras. Creo que yo le enseñé donde vivía. Constantemente insistía en que debía declararle mi amor. Yo sabía que no era el momento, que debía superar mi miedo, tener una buena relación con ella; y después declararle mi amor sería natural, o casi.
Curiosamente el perdió la paciencia antes que yo. En realidad desconozco sus intensiones, aunque desconfío bastante de él. Decidió escribirle una carta y un poema con mi nombre. Fue a su casa y se lo entregó. Me hizo el favor de darme una copia, para que yo supiera que era lo que le había dado. Era la carta más cursi y estereotipada que podía escribirse. Era un desastre, lo quería matar. Sin embargo me convenció, me dijo que ya hecho el daño lo mejor que podía hacer era ir a hablar con ella. Si no, iba a ser peor.
Me pareció que no había opción, con mi alma saliéndose por mi pecho y mi garganta toqué en la puerta de su casa. Pasé muy temerosamente, me senté en su sala. Atrás de mi estaba su mamá haciendo tarea con su hermana. Delante de mi ella, ahora la recuerdo inexpresiva, pero no lo podría asegurar. Entonces tuve que hablar, y en voz baja, para que no oyera su mamá, le pregunté que le había parecido la carta. Contestó: "Ay Macias, luego hablamos."
Esa frase marcaría muchos años de mi vida, no por ella, sino porque la di a conocer (como la estoy dando a conocer ahora) y otras personas la retomarían.
Salí lo más rápido posible de su casa, al salir me estaban esperando detrás de un carro varios de los amigos que no eran de la escuela. No me preguntaron nada porque vieron mi cara. Fuimos al billar, todos reían, yo no. Después de una partida muy larga me di cuenta que mi mano izquierda (que en mi caso es la diestra), no había soltado el taco en todo el tiempo. Había una huella de sudor atestiguando mi constante empuñadura. Todos se dieron cuenta. Me sentía traicionado, jugando billar con el traidor.
Tiene sus ventajas la inocencia, no temer, no preguntarse, no ir hacia un fin, sino moverse por el puro gusto. En este caso la desventaja fue que me dominaban los instintos, y no tenía la suficiente poca inocencia como para dejar de pensar que pasará. La inocencia se acaba, no creo que sea porque es irreal. La premeditación es lo que no existe, pero se utiliza. La explicación obvia que veo para este final es existencialista- el infierno son los otros.
¿Como seguir siendo inocentes después de que alguien temeroso, precavido, con un fin evidente o no y que se mueve buscando un resultado te trompica el paso? Pericia y malicia matan inocencia. No creo que la realidad humana se reduzca a este tipo de relación, para empezar existen relaciones bien-mal, bien-bien y mal-mal, cada una posiblemente con una infinidad de intensidades por parte de cada uno de los protagonistas. En otras palabras los otros son el infierno, pero también son el cielo y, por decir algo intermedio, la tierra. Yo lo parafrasearía como el conocimiento son los otros, incluso el conócete a ti mismo. Hay que aclarar otra cosa, yo creo que la inocencia no es ni buena ni mala, o por lo menos lo que estoy describiendo como inocencia (les agradecería me corrigieran si el término es inexacto o poco convencional). ¿Como puede tener moral algo que no tiene dirección, ni intención? Solo que fuéramos buenos por naturaleza. No descarto esta posibilidad pero tampoco me convence. Sí creo que la inocencia puede mover a otra persona hacia el bien. Me suena familiar, intuitivo, pero porqué pasa eso? Intuyo que el observar la inocencia hace surgir en nosotros un espíritu paternal, protector. También nos puede remontar a nuestra propia inocencia, pero, y luego? Porque eso nos motiva a ser buenos?
Lo que sí se es que el conocimiento, derivado de la relación con otros, y que disminuye la inocencia, es necesario para hacer directamente el bien. ¿Entonces porque me gusta (espero no ser el único) la inocencia? ...claro, creo que al perder la inocencia descubrí la angustia. Me di cuenta que podían pasar cosas indeseables. Además de descubrir la posibilidad de hacer el mal.
No se si mi relato tenga mucho que ver con estas reflexiones, definitivamente el hecho me dolió mucho, pero creo que el principio del fin de mi inocencia no fue ese. Tal vez fue en la misma época, seguramente.

1 comment:

Luis said...

Interesante reflexión. Para mi lo que es particularmente perturbador fue el darme cuenta que las personas pueden actuar en contra de tus intereses cuando afirman que no es así.